“Aunque ya pasaron 16 años desde que dejé de jugar, con mucho orgullo, cuando camino por la calle, aún recibo el cariño de la gente que me vio en la cancha. Todavía me asombro de ese cariño, más allá del club del que sean hinchas”. La reflexión con mucho sabor a nostalgia pertenece a Mario Rubén Landette, uno de los basquetbolistas tucumanos mejor dotado técnicamente de las últimas cinco décadas. Hoy, a los 56 años, sin haber abandonado nunca su Tafí Viejo querido, donde vive junto a su esposa Graciela y a su hijo Rodrigo (9 años), con la complicidad de LG Deportiva “Pichi” hizo un repaso de los casi 30 años de carrera deportiva.
- ¿Cómo estuvo ligada tu infancia con el deporte?
- Hasta los ocho años despuntaba el vicio entre el básquet y el fútbol con mis amigos, que primero jugaban al fútbol y luego se iban al club Juventud Unida a practicar básquet. Cuando llegó el momento de elegir me incliné por pelota anaranjada. Puede ser que en mi decisión haya tenido mucho que ver que para el fútbol era medio pata dura.
- ¿Y luego que pasó?
- Hasta los 17 años estuve en Juventud Unida jugando en la Primera B y luego me fui a Juan Bautista Alberdi porque tenía la posibilidad de empezar a jugar a un nivel competitivo más destacado.
- ¿Qué significaron esos pasos en tu carrera?
- Fue lo mejor que me pasó. Durante muchos años formé parte de planteles de una calidad humana y técnica que hoy me enorgullece haber podido compartir. Allí me di cuenta de que lo mejor que existe en este querido deporte son los jugadores. Cuando estuve en Alberdi comprobé que vestir esa camiseta te da un plus diferente, porque uno saca a relucir una pasión que te hace sentir hasta imbatible. No quiero desmerecer todo lo hermoso que viví en los otros clubes que me abrieron sus puertas, pero en Alberdi fue inolvidable; me marcó para toda la vida.
- ¿Cuál fue tu mayor alegría en este deporte?
- Sería muy injusto quedarme con una. Quiero resaltar los títulos que conseguí jugando para Alberdi en 1986, cuando le ganamos a Caja Popular que en sus filas tenía al norteamericano Joel Thompson, un verdadero crack. En Caja también jugaba Steven Hill, pero esa serie final no la jugó porque estaba lesionado. Luego en la temporada 1994/95 le ganamos la serie final a Tucumán BB que también tenía extranjeros en su plantel. Teníamos un equipazo. Los habituales titulares éramos “Pichón” Rodríguez, Enrique Maldonado, Sergio Osores, José Manca y yo. Eran noches de alegría que nos regalamos a nosotros y a esa hinchada incomparable que nos hacía sentir local en todos los estadios en los que jugábamos.
- ¿Qué recordás del título con Huracán BB?
- Fue en 1988 y tuvo un sabor muy especial porque logramos que el club pudiera ganar luego de 58 años. Toda una generación no había podido ver al “Globito” campeón. Recuerdo que en ese club había un hincha que se llamaba Rubén que me confió que era su jugador favorito desde que estaba en Alberdi y que la felicidad más grande de su vida fue haber concretado el sueño de verme jugar en Huracán BB y ser campeón. Son pequeños regalos que me dio la vida y que los tengo atesorados en mi corazón.
- Si tuvieras que elegir un quinteto ideal en el que jugaste ¿cuál elegirías?
- Soy un agradecido de la vida que me dio la posibilidad de compartir cancha con tantos buenos jugadores y mejores personas. Elegir un equipo ideal puede resultar injusto. Pero si tengo que elegir me quedo con Rodríguez, Gustavo Flores, Manca, Miguel Morano y yo.
-Tenés una historia muy especial donde la protagonista principal fue Doña Elida ¿Cómo es el tema?
- Todo empezó el 15 de diciembre de 1988, recuerdo bien esa fecha porque esa noche, con Huracán BB, jugábamos la final contra Independiente. El partido decisivo empezaba a las 22, pero a las 21, en el salón del Banco Municipal se entregaban los premios a los mejores deportistas de la provincia, entre los que me nominaron. Esa noche fui con mi madre. Bien terminó la ceremonia, tuve que partir hacia el estadio de Villa Luján y como no tenía tiempo para llevarla a Tafí Viejo, la llevé conmigo. Fue la primera vez que ella me veía jugar a pesar de que ya llevaba como 10 años en el básquet. A partir de esa noche me obligó a que la llevara a todos los estadios. Fue mi hincha número 1.